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España se enfrenta a importantes retos socioeconómicos como consecuencia de los cambios demográficos que está experimentando desde hace varias décadas. Es el país del UE con menor tasa de natalidad, 1,19 hijos/mujer en 2021, y la esperanza de vida ha aumentado hasta los 83,3 años al nacer.

Esto comporta un envejecimiento de la población que plantea varios desafíos asociados al aumento de los años de dependencia económica de las personas mayores y a la intensidad de la demanda de servicios de salud y cuidados personales de la población de mayor edad. Asegurar la disponibilidad y calidad de estos servicios representa un desafío en términos de recursos económicos y humanos necesarios. Por su parte, el sostenimiento económico de la población de más edad durante más años a través de nuestro sistema de pensiones genera presión sobre las cuentas de la seguridad social y pone en peligro la sostenibilidad de sistema de protección social a largo plazo.

Además, el envejecimiento de la población tiene un impacto significativo en el mercado laboral. Por un lado, la disminución de la población en edad de trabajar puede conllevar escasez de mano de obra en ciertos sectores y dificultades para mantener un crecimiento económico sostenido. Por otra parte, las personas mayores se enfrentan a dificultades de reciclaje y actualización de competencias derivadas de las transformaciones tecnológicas en los puestos de trabajo.

La otra cara de la moneda de los cambios demográficos la protagoniza la población más joven. A pesar de que está cada vez más cualificados, muchos jóvenes encuentran obstáculos para acceder a empleos estables y de calidad, lo que limita su inserción laboral y su progreso económico. Los jóvenes con poca estabilidad laboral se enfrentan también al reto de acceder en compra o alquiler a una vivienda, especialmente en zonas urbanas con precios elevados. Esto tiene un reflejo claro en la edad de emancipación de los jóvenes que en España es de las más tardías entre los países de su entorno.

Asimismo, los cambios demográficos influyen en la configuración de la estructura familiar y en los roles de género. El envejecimiento de la población conlleva cambios en las dinámicas familiares, con un aumento de los hogares unipersonales que, en muchos casos, llevan aparejados una mayor demanda de cuidados y de servicios especializados. En un país como el nuestro, donde la mujer asume con más frecuencia un papel activo principal en los cuidados, estos cambios pueden tener un impacto relevante sobre la participación de las mujeres en el mercado laboral, o la posibilidad de asumir responsabilidades profesionales. Esas tensiones evolucionarán en función de los cambios que se produzcan en la redistribución de los roles y responsabilidades domésticas.

En definitiva, los cambios demográficos en España plantean desafíos socioeconómicos relevantes y preguntas que pretende abordar este ciclo: ¿Cómo se puede garantizar un nivel de bienestar y calidad de vida adecuada a todos los ciudadanos en el contexto de los cambios demográficos en curso? ¿Cuáles son las políticas públicas mejores para hacer frente a los desafíos socioeconómicos planteados? ¿Qué cambios deben introducirse en el mercado de trabajo para gestionar adecuadamente los recursos laborales y asegurar un futuro sostenible a la población más joven? ¿Qué actuaciones deben ponerse en marcha para equilibrar la oferta y la demanda de servicios sociales y sanitarios en España? ¿Qué reformas necesitará el sistema público de pensiones para reforzar su sostenibilidad? ¿Qué soluciones se pueden diseñar para afrontar los retos del envejecimiento en las zonas más despobladas? ¿Qué perfiles y puestos de trabajo se requieren para garantizar el bienestar de la población más envejecida? ¿Qué se puede hacer para mejorar el acceso de los jóvenes al mercado de la vivienda?

Para buscar respuestas a estas preguntas se han programado cinco diálogos, que un año más organizan la Fundació Ernest Lluch y el Ivie, en colaboración con la Fundación Bancaja.