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La eurozona se enfrenta a un cambio en las condiciones monetarias con el fin de la expansión cuantitativa y el previsible aumento de los tipos de interés de referencia a partir de verano de 2019. La decisión del Banco Central Europeo de apostar primero por la vía de cantidades (fin del programa de compra de deuda) y retrasar en alguna medida las expectativas de elevación del precio del dinero puede tener, paradójicamente, un efecto acomodaticio para las entidades financieras. En particular, puede facilitar el ajuste de los mercados de deuda, de modo que las curvas de rendimiento ganen “normalidad” y las posteriores subidas de tipos puedan propiciar un aumento de los márgenes de intereses. La estabilidad financiera, por tanto, parece avanzar en la dirección adecuada y alejada de temores y situaciones como los que desembocaron en la crisis de deuda soberana de 2012. La excepción sigue siendo Italia: su balance negativo en el sistema Target 2 crece de forma acelerada y la morosidad bancaria continúa siendo un reto de considerables dimensiones. En todo caso, la relación entre riesgo soberano y bancario se ha relativizado significativamente en los últimos años. Asimismo, los bancos de la eurozona han disminuido su exposición transfronteriza, en particular a Italia.
Carbó, S. y F. Rodríguez (2018): “Clima financiero y monetario en Europa: Verano de 2018”, Cuadernos de Información Económica, 265, julio/agosto, pp. 79-87.