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La industria manufacturera pierde una cuarta parte de su empleo y 6,1 puntos de aportación a la renta española desde principios de siglo
En 2024, el sector manufacturero generaba un 9,9% del empleo en España y un 11,8% de valor añadido bruto (VAB), frente al 17,3% y el 17,9% que aportaba, respectivamente, en el año 2000, según la nueva monografía publicada por la Fundación BBVA y el Ivie
La industria manufacturera ha ido perdiendo peso en la economía española y ampliando la brecha con la UE. Con datos de 2024, aporta el 11,8% del valor añadido bruto (VAB) o renta a la economía, lo que supone 3,9 puntos menos que en la media europea y se queda casi a mitad de recorrido del objetivo del 20% marcado por la UE. En términos de empleo, la pérdida de peso aún ha sido mayor. Las manufacturas han reducido un 25% el número trabajadores desde principios de siglo hasta generar el 9,9% de los puestos de trabajo en España, 7,2 puntos menos que en el año 2000. Revertir esta evolución forma parte de la agenda europea y española desde hace años, aunque hasta ahora no ha surtido efecto.
Un denominador común en la estrategia europea y española para mejorar y aumentar el peso de las manufacturas en la economía y que se repite insistentemente en los planes estratégicos es la importancia de apoyar la mejora de la productividad-competitividad en dos pilares: la digitalización y la transición energética. Este trinomio productividad-digitalización-transición energética es la cuestión que aborda la monografía La adaptación de la industria manufacturera española al escenario energético y la transición digital, publicada por la Fundación BBVA y el Ivie. El estudio ha sido realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Valencia y el Ivie, dirigido por los profesores Joaquín Maudos, Juan Fernández de Guevara y María Dolores Furió, y en el que también han participado los economistas Consuelo Mínguez, Laura Hernández y Miguel Ángel Casquet.
En conjunto, la industria manufacturera española (todo el sector industrial excepto el energético) emplea a más de dos millones ciento setenta mil personas, el 9,9% de los puestos de trabajo del país. Sin embargo, desde principios de siglo, cuando este porcentaje se elevaba al 17,3%, el sector ha perdido 723.500 trabajadores. En cuanto a su peso en la renta del país, su peso en la economía se ha reducido 6,1 puntos porcentuales, desde el 17,9% que aportaba al VAB a principios de siglo.
En el año 2022 (último disponible con información desagregada), cuatro ramas concentran casi el 60% de la producción manufacturera: la industria agroalimentaria (19,4%), la metalurgia y productos metálicos (12,7%), la química y farmacéutica (12,1%) y la de fabricación de material de transporte (11,8%). A esta última le sigue de cerca la industria de la producción de caucho, plástico y minerales no metálicos (9,3%). En el contexto europeo, destaca la importancia que en España tiene la industria agroalimentaria, con un peso 8,4 puntos porcentuales superior al de la EU-27. Aunque la diferencia es menor, también destaca la mayor especialización de España en la industria textil y los productos del caucho y plástico. Por el contrario, el peso que tiene la fabricación de maquinaria y equipo es la mitad del que tiene en la EU-27. La diferencia todavía es mayor en el peso de las ramas de productos informáticos, electrónicos y ópticos, ya que es casi seis veces menor en España.
La industria de las manufacturas es un pilar fundamental del sector exterior de la economía por su elevada propensión exportadora. Con datos de 2022, sus exportaciones suponen el 20,3% del PIB de España y concentran el 84% del total de exportaciones de bienes de la economía. Como el grado de industrialización de España es inferior a la media de la EU-27, también es mucho menor el peso que sus exportaciones tienen en el PIB (20,3% vs. 31,1%).
Uno de los motivos que se esgrime para apoyar un mayor peso de la industria en España es que su productividad del trabajo es mayor que la de los servicios. Sin embargo, cuando se compara con la productividad media de la EU-27 se observa un déficit del 5,4%, una brecha que aumenta hasta el 29% si se compara con Alemania o el 16% con Francia. Además, la mayor productividad del trabajo en relación a los servicios ya no se da en términos de la productividad total de los factores (PTF), que es un indicador que mide la eficiencia productiva del capital y el trabajo. De hecho, en términos de PTF, las manufacturas son un 6% menos productivas que los servicios. Dentro de los sectores manufactureros las diferencias de eficiencia productiva son muy elevadas, incluso más que en los servicios. Por ejemplo, la PTF del sector de material de transporte, el más productivo, multiplica por 3,6 la eficiencia productiva del sector con menores niveles de PTF, la alimentación, bebidas y tabaco.
En este contexto, en el que el objetivo final debe ser la mejora de la competitividad de la industria manufacturera española, juegan un papel fundamental dos palancas: la transformación digital y la transición energética orientada a la eficiencia y la sostenibilidad. Ambas se abordan de manera conjunta y estratégica, ya que se trata de procesos interconectados y complementarios que refuerzan la capacidad de adaptación y crecimiento.
La digitalización marca diferencias en términos de eficiencia productiva y estas diferencias son mayores en las manufacturas que en los servicios. Así, la eficiencia productiva en los sectores manufactureros de alta intensidad tecnológica más que doblaba la de los sectores menos intensivos en digitalización en 2022. El crecimiento de la eficiencia productiva también es mayor en los sectores más digitalizados. Sin embargo, las manufacturas españolas, en comparación con la media europea, se apoyan con menor intensidad en las TIC, lo que apunta a un menor nivel de desarrollo tecnológico. El 62% de las empresas manufactureras presenta un nivel al menos básico de digitalización, porcentaje inferior al 68,3% de media de la EU-27 y al objetivo del 90%.
Además, el esfuerzo inversor en I+D (inversión como porcentaje del VAB), aunque en las manufacturas es muy superior al del total de la economía (3,8% vs. 1,6%), es el tercero más reducido de los 11 países europeos para los que se dispone de información y cuyo promedio se sitúa en un 8,7%. La industria española también sale mal parada en la comparativa internacional en esfuerzo inversor en activos intangibles con una ratio que es la mitad de la de Europa (10,6% de inversión en intangibles sobre el VAB frente a un 20%). Aunque nuestra industria manufacturera presenta un menor esfuerzo inversión en I+D que la media europea, unos de los argumentos que justifican la reindustrialización es que ese esfuerzo es mayor al que realizan otros sectores de la economía. El porcentaje de empresas que realiza actividades de I+D en dicho sector es muy superior al del resto, al concentrar el 44,1% de la inversión total en I+D. En el caso de la I+D+i, el 30% de las empresas que innovan en España son manufactureras y realizan el 40,1% del gasto empresarial en I+D+i, con un esfuerzo innovador equivalente al 5,4% del VAB, muy por encima del 1,3% del sector de los servicios.
El reto de la transición energética
La monografía explica que si la transición energética se implementa de forma efectiva, puede constituir un revulsivo para la revitalización de la industria. El despliegue de las energías renovables a lo largo del territorio permite aumentar la oferta energética procedente de fuentes de generación autóctonas, respetuosas con el medio ambiente y cuyo coste es menor y más predecible que el de los combustibles fósiles, por no estar sujeto a las fluctuaciones de los precios de los mercados internacionales. De este modo, uno de los retos de la industria manufacturera es la sustitución progresiva de combustibles fósiles por energías renovables en su mix de consumo energético.
En 2020, la industria manufacturera española gastaba, de media, 8 céntimos en energía por cada euro de valor añadido que generaba a través de su actividad, frente a los 6 céntimos de Francia, 5 céntimos de Alemania y 2 céntimos de Italia. Sin embargo, el indicador de intensidad energética se sitúa en 97,3 para la economía española, frente a 99,9 para el conjunto de los países de la EU-27 en 2021. Esto significa que España está por encima del indicador de la EU-27 en eficiencia energética, ya que requiere menor cantidad de energía para atender sus necesidades de demanda. Así, somos más eficientes energéticamente, aunque a nuestra industria le cuesta más cara la energía necesaria para general el valor añadido.
Como conclusión principal, los autores afirman que no hay una, sino muchas industrias manufactureras, con diferencias abultadas en las tres dimensiones analizadas en la monografía: la productividad, el grado de digitalización y la eficiencia energética. Es importante aprender de las mejores prácticas del sector, como es el caso de la industria química y farmacéutica, en la que confluye una alta productividad, un elevado porcentaje de empresas con intensidad tecnológica avanzada o muy avanzada, y que ha conseguido reducir su intensidad energética.